miércoles, 3 de marzo de 2010

De las necesidades...

Las necesidades y los deseos no son las mismas a lo largo de la vida. Van cambiando de acuerdo a las experiencias que vive la persona, las situaciones en que se encuentra, el entorno en el que vive, su cultura, etc. Esa es una de las razones que justifica la importancia y evolución de las técnicas de investigación de mercado. Mediante ellas, se pueden estudiar estilos de vida y perfiles de las personas, para así descubrir necesidades, crear nuevos productos y segmentar con mayor asertividad. Para ilustrar este tema de las necesidades y los deseos cambiantes —y en general, el cambio de pensamiento—, les comparto este pequeño "cuento":

Año 1. Suena el celular. José se despierta. Voltea a ver el despertador, y pega un brinco al notar que se quedó dormido. Tiene una reunión importante en el trabajo dentro de 15 minutos al otro lado de la ciudad. Como puede, entra a la ducha a bañarse rápidamente, porque si no se baña no puede pensar con claridad. Es la hora de la reunión y aún está en casa. Baja las escaleras corriendo, para no esperar al ascensor y se monta en su carro con ánimos de Meteoro. En Caracas llueve muy fuerte y José, con los dedos cruzados, invoca «por favor, que no me agarre la cola». Llama desde su celular a la oficina y les dice “ya voy a llegar, estoy entrando en la autopista”. Apenas asoma su capó en la entrada de la autopista, se ve obligado a frenar de golpe. La imponente cola que tiene al frente le augura unas largas horas frente al volante. En una hora sólo se ha movido pocos metros. Con los nervios de punta y con la fuerte lluvia azotando el parabrisas, José logra ver que de los cuatro canales de la autopista, sólo se están utilizando tres. «¿Qué pasa con el cuarto canal?» —se pregunta—«¿Nadie nota que está vacío?». José trata de acercarse con el carro hacia el tentador canal abandonado, cuando advierte, con decepción, el motivo por el cual nadie lo usa: el canal está totalmente inundado por la lluvia. Su celular no deja de sonar: “Sr. José, ¿Cuánto le falta para llegar? ¡El cliente ya está molesto! ¡Se quiere ir!”, a lo que José responde “¡Distráelo unos diez minutos más, yo me las arreglo para llegar!”. Exasperado, José toma una decisión «si me meto en el canal vacío, seguramente llego… ¿qué tan grave puede ser? Lo que tengo que hacer es acelerar fuertemente para que no se meta agua en el tubo de escape y ¡listo!». Determinado a poner en práctica su ingeniosa idea, José entra en el canal inundado y comienza a acelerar. En pocos minutos logró avanzar varios metros hasta que de pronto se oye un estruendoso ¡PUUUFFF! El carro cayó en un descomunal hueco absolutamente imposible de ver a causa de la inundación. Su caucho quedó hecho ruinas, y no lo pudo cambiar debido a la lluvia y al “lago” artificial en el que se encontraba metido. Su cliente se fue molesto. José perdió la reunión y —sumido en una gran frustración y cólera— gritó para sus adentros: «¡TODO POR CULPA DE ESTA CONDENADA LLUVIA! ¡OJALÁ NO LLUEVA NUNCA MÁS!». Concedido.

Año 2. José se levanta sobresaltado ¡su despertador no sonó! Se asoma a ver la hora, y nota que su despertador tiene un gran 12:00 rojo titilando. «¡¿Quién desconectó mi despertador?!... ¡ah!—recordó—verdad que me tocaba racionamiento de luz a medianoche». Necesita con urgencia llegar al trabajo. Rápidamente salta a la ducha, y cuando abre el grifo…nada pasa. «¡No hay agua otra vez!». Bastante molesto, decide irse a trabajar sin bañarse. Se acerca a la cocina a tomar sus llaves del carro cuando de pronto percibe un fuerte olor rancio. Viene de la nevera. José trata —sin éxito— de averiguar qué pasó con la nevera. Su única conclusión fue: está muerta. Inmediatamente piensa «no puedo dejar la nevera así, se me va a dañar toda la comida. Mejor me comunico con la oficina para pasar mi cita a la tarde y llamo a alguien para que arregle la nevera. No debe tomar mucho tiempo. Seguro es sólo una piecita que hay que cambiar». Seguidamente, abre su libreta de teléfonos para llamar a su “arreglatodo” en la casa y le dice “Oye mi pana, se me dañó la nevera…¿Podrás venir a arreglarla?”, a lo que el pana contesta “Disculpe Jefe, pero ya no arreglo neveras. Con tanto racionamiento de agua ahora sólo instalo bombas de agua en las casas. Ahora todos la tienen ¿no quiere una?”. Como último recurso decide llamar a un técnico muy costoso de neveras que le recomendó un amigo. Tras varias horas de espera, José entiende que ya no podrá ir hoy a la oficina. Finalmente llega el técnico. Revisó toda la nevera por varios minutos hasta que por fin arrojó su diagnóstico: “No, jefe. Esta nevera no tiene reparo. Con tanta ida y venida de la corriente, la nevera no aguantó y se quemó. Va a tener que comprar otra”. Frustrado y harto hasta la coronilla por el racionamiento de agua y luz, José gritó para sus adentros: «TODO POR CULPA DE ESTA CONDENADA LLUVIA! ¡OJALÁ EMPIECE A LLOVER Y NO PARE MÁS NUNCA!».


Saludos,

Shany





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